miércoles, 28 de noviembre de 2007

LA VIRTUD COMO ESTRATEGIA

Con el alumnado de segundo de bachillerato estamos a punto de terminar el tema de Aristóteles. El texto propuesto para trabajar es un extracto de la “Ética a Nicómaco” en el que se plantean varios temas relacionados con la actividad racional, la felicidad, la virtud, etc. En estas coordenadas podemos profundizar un poco más en la idea de virtud, como una estrategia imprescindible para alcanzar la felicidad, que para El Estagirita es el fin último que persigue la persona.
Aristóteles habla de “virtud” para hacer referencia a los objetos que cumplen con el fin al que están destinados según su naturaleza, y que lo hacen de manera excelente. Por ejemplo, la naturaleza determina que la finalidad de un cuchillo es cortar, de modo que podríamos decir que el cuchillo dispone de virtud si corta de forma sobresaliente, si corta de modo perfecto. La virtud aparece cuando el objeto, o una institución, cumple con la finalidad que determina su naturaleza, y no lo hace de cualquier manera, sino que lo hace de forma muy satisfactoria.
Restringiendo el significado que Aristóteles da del término “virtud” al ámbito de la acción humana, se suele decir que la virtud se manifiesta en el hábito que adquirimos para elegir el término medio entre dos extremos perversos. La virtud no aparece como una facultad ni como una pasión, sino como el hábito que adquirimos, consecuencia de la práctica y del aprendizaje. La práctica genera en nosotros una disposición o hábito que nos permite realizar tareas de forma casi natural, pero siempre guiados por la razón.
Por eso dice Aristóteles que “la virtud se manifiesta en un doble aspecto: uno intelectual, otro moral; la virtud intelectual proviene en su mayor parte de la instrucción o educación...., mientras que la virtud moral es hija de los buenos hábitos.”
Los hábitos pueden ser positivos o negativos (vicios), en función de si nos acercan o alejan del cumplimiento de las funciones propias de nuestra naturaleza. La virtud implica obrar a conciencia, alejarse de los vicios extremos sabiendo lo que se hace, de modo que se manifiesta así la excelencia de la persona y su deseo de alcanzar la felicidad.
Ahora, pongámonos en situación de visualizar la cantidad de veces en la vida que debemos elegir, que elegimos entre dos pociones, confiados/as en acertar en la elección para acercarnos al objetivo de la felicidad. Así, deliberamos, sopesamos, intentamos adelantarnos a los acontecimientos, prever lo que sucederá mientras especulamos con las opciones que tenemos. Es decir, muchas veces elegimos, pero lo hacemos con “prudencia”. Con el tiempo, con el hábito, aprendemos de manera racional a discernir entre lo bueno y lo malo, aunque ello depende de la dificultad de los asuntos sobre los que tenemos que decidir, de su cotidianidad.
Por ello, las personas no sólo tienen que ser dotadas de conocimientos técnicos que les faculten para desempeñar un puesto de trabajo concreto, necesitan herramientas que les permitan actuar con acierto en la vida. De modo que la situación parece volverse a la inversa: le estamos dando importancia sólo a los conocimientos técnicos, cuando éstos sirven de muy poco si corremos el riesgo de ser unos fracasados, unos infelices.
Invito a reflexionar sobre este asunto o a poner ejemplos, propios o no, en los que se haya cumplido la tesis aristotélica de la virtud: bien porque se eligió excelentemente, o porque se optó por un extremo.


1 comentario:

Anónimo dijo...

El documental "La Ciencia en Duda" (en su versión original aparece como "War on Science" puedes encontrarlo en You Tube. Es un interesante trabajo sobre otro nuevo intento de los creacionistas, esta vez reivindicando el tan poco científico nombre de "diseño inteligente"... No te lo pierdas...